Celso Morishita
Gestor empresarial espiritualista
Estamos finalizando el 2020 aún incrédulos frente a los sacudones y cambios vividos, con una cierta sensación de «año perdido», con efectos sobre ambientes profesionales y un fuerte impacto sobre la vida personal y familiar.
No obstante, si lo pensamos mejor, veremos que el 2020 también ha tenido aspectos muy positivos. Frente a todos los trastornos, nos hemos visto obligados a afinar nuestra creatividad, romper paradigmas, generar nuevas demandas, acceder a tecnologías sociales, y a crear nuevas oportunidades de crecimiento en los procesos productivos y de gestión.
Se habla de una nueva «normalidad», una nueva economía, un nuevo estilo de vida más espiritual y de una remodelación del trabajo. En este contexto de cambios, hay dos caminos. Podemos mantenernos pasivos y sólo observar y esperar a que todo mejore, creyendo que el 2021 será más tranquilo y que, seguramente, los investigadores de las diferentes áreas (sociales, económicas, de la salud, de la educación y jurídica) van a encontrar nuevas teorías y fórmulas que permitan que todo vuelva a una relativa normalidad. Es una actitud que muchos asumen. Será que podemos quedarnos esperando? Tendremos soporte financiero para aguantar la espera?
La otra alternativa es transformarnos en agentes activos de cambios, precursores y protagonistas nuevamente, cada uno en su profesión y en su trabajo. Es necesario reflexionar y ver de que forma podemos «remodelar» el trabajo, el servicio o el producto que ofrecemos, para no caer en lugares comunes, en los que muchos tienden a transformarse en meras commodities, a caer en la homogeneidad sin grandes diferencias técnicas, de calidad, de perfección, eficiencia, atención, imagen etc., simplemente participando de la disputa por el cliente.
En otras palabras, podemos decir que el momento actual no sólo pide excelencia en cuestiones como la calidad y la eficiencia, sino que también, a partir de un buen análisis, precisa de definir lo que es posible hacer, pero que sea algo especial y diferente. Como hacerlo? Incorporando todos esos valores invisibles, pero que son relevantes cuando el cliente hace su elección.
Uno de los ítems primordiales es valorizar el «talento especial» que cada uno posee en el ejercicio de su profesión y en su trabajo. El talento nos trae alegrías, motivación y satisfacción de hacer el trabajo sin cansarnos.
Al fin de cuentas, que es ese «talento especial»? El talento es un don con el que nacemos y que vamos también formando a lo largo del tiempo, para cumplir nuestra misión en la vida. Y puede manifestarse de muchas formas. Algunos son talentosos en las relaciones personales, la comunicación, la visión global o la visión de los detalles; otros tienen talento para servir o para trabajar con números; y también están los que poseen habilidades motoras (manos, brazos, piernas).
Naturalmente que una vez que identificamos cual es nuestro talento especial, tenemos que agregarle sentimientos elevados como la gratitud por haber sido agraciados con el mismo