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Clínica Veterinária

16 de nov de 2020


Estamos terminando un año difícil, con grandes pérdidas en todo el planeta – pérdidas de vidas, empleos, derechos, bosques y de especies. El 2020 quedará marcado por esas grandes crisis – ambiental, de salud, económica y financiera -, y por otra muy relacionada con estas y que afecta a una significativa parte de los seres humanos del planeta: una insidiosa crisis de valores que se expresa en la imposibilidad de vibrar la compasión, la empatía y la solidaridad. Y que soporta una violencia diseminada y creciente.

Durante este año hemos visto la destrucción de áreas de preservación de la flora y la fauna, no sólo en Brasil sino también en muchas partes del mundo, de forma intensa y asustadora, movida por los intereses y la falta de conciencia. La pandemia provocada por el Covid-19 va a extenderse. Muchas vidas serán perdidas y en otros dejará secuelas.

Un grupo internacional de científicos, la Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES) ligada a la ONU, revisó las evidencias sobre la relación entre la expansión de enfermedades infecciosas transmitidas de animales a personas y la biodiversidad. La conclusión fue que las causas subyacentes de las pandemias se deben a alteraciones ambientales globales que impulsan la pérdida de la biodiversidad y los cambios climáticos, provocados por la expansión y la intensificación de la agricultura y del comercio, y por el consumo de animales salvajes. El setenta por ciento de las enfermedades emergentes, como el Ébola y el Sica, así como otras pandemias (Influenza, HIV/Sida, Covid-19), son zoonosis, vale decir que son agentes que originalmente infectaban a animales. La aparición de esas enfermedades entre las personas está aumentando. Según ese estudio, la permanencia de ese paradigma va a inaugurar, desgraciadamente, una era de pandemias.

En tiempos de desastres y sufrimiento, también vivimos un momento de grandes oportunidades para revisar nuestros caminos y elecciones, y cambiar rumbos, a partir de una conciencia mejor trabajada.

Por lo tanto, el rumbo de toda la vida que habita nuestro planeta depende esencialmente de cómo conseguiremos aprovechar esas oportunidades y, a partir de ese aumento de conciencia, crear nuevas relaciones de trabajo, de asociaciones, de cultivo, de producción y que tengan como base la noción de que todos estamos juntos, de que todos podemos aprender juntos, de que compartimos el mismo planeta. Y esas relaciones empiezan, naturalmente, con el respeto a todas las formas de vida, comenzando por la vida de nuestros pacientes, de sus tutores, de nuestros colegas, nuestra familia, los vecinos, y de todos los compañeros de trabajo y de existencia que forman parte de nuestro día a día.

La intensificación de las leyes de protección animal nos trae un mensaje de que cada día existen más personas concientes de la importancia de la vida de los perros y gatos. Este aumento de conciencia tiene todavía un largo camino hasta llegar a toda la población, pero no se debe restringir a los animales de compañía, ya que existen conexiones e implicaciones mucho más amplias y profundas en ese crecimiento. Los animales silvestres que forman parte de nuestra fauna, así como los animales de producción, merecen los mismos derechos, y debemos celar para que todas las especies sean contempladas por leyes justas, ya que esto continúa siendo un gran campo de oportunidades para la expansión de nuestra conciencia.

Terminemos este año empeñados en ampliar nuestra conciencia para que el próximo podamos comenzar a introducir la principal innovación capaz de provocar cambios, que consiste en ser más amorosos, más gratos, más humildes, más acogedores, que podamos merecer esta oportunidad que nos ha sido dada: la vida.